En esta ocasión nos queremos remontar hasta mediados del siglo XIX, para adentrarnos en un periodo de grandes cambios, la revolución industrial.
En una época de avances en la que la ciencia y la economía se retroalimentarían para dar paso a algunos de los mayores logros que ha vivido la historia de la humanidad, nos adentraremos por unos instantes en los alpinos valles de Austria, hasta situarnos en el pico Hoher Dachstein, de 2.995 metros de altitud.
Tras las primera conquista del Mont Blanc, en 1760, los aventureros más osados e intrépidos de la época comenzaban a sentir una enorme curiosidad por las grandes montañas de los Alpes, y los personajes más adinerados comenzaban a organizar las primeras expediciones de exploración y conquista de lo que aún hoy son algunas de las montañas más legendarias de la cordillera alpina.
Pese a no ser de los más altos del país, el pico Hoher Dachstein siempre fue un gran objetivo para los aventureros de la época, quienes con los limitados medios técnicos disponibles en aquellos años no dudaban en lanzarse a su conquista. Sin embargo, esa falta de medios provocó no pocos accidentes, y con el fin de evitar muertes en la montaña, el rey Fernando I decidió colocar una serie de pasarelas, cuerdas fijas y escalones artificiales en los tramos más peligrosos de la travesía de ascenso al pico, con el fin de hacerlo mucho más accesible.
Tras la buena acogida entre los ciudadanos de la época, en 1869 se decidió equipar también unas cuantas vías en el cercano monte Grossglockner, el más alto de Austria con 3.798m. Sin embargo, tuvieron que pasar más de 30 años para que esta idea se extendiese por el resto de Europa, siendo Italia el segundo país en instalar este tipo de pasarelas de acceso en algunas de sus montañas, comenzando en 1.903 en la Marmolada.

Posteriormente, durante la Primera Guerra Mundial se equiparon con la misma técnica un sin fin de senderos militares en las Dolomitas, durante la guerra Astrohúngara contra Italia, todo los que tras el fin de los conflictos, se convirtieron en senderos deportivos destinados exclusivamente para el ocio.
Las vías ferratas en España
En nuestro país también se construyeron un buen número de estos caminos militares durante la Guerra Civil, pero en su mayoría fueron destruidos. Y a los pocos recorridos que sobrevivieron equipados, el paso del tiempo, el deterioro y una mala conservación finalmente provocaron su desaparición.
Pero antes incluso que durante la guerra, este tipo de caminos y recorridos artificiales ya existían en nuestras montañas. Las conocidas como Las Clavijas de Cotatuero, instaladas por los herreros Bartolomé Lafuente y Miguel Bringola a instancias de un cazador inglés a finales de 1881, supusieron el primer recorrido de este tipo del que se tiene constancia en España. Son un total de treinta y dos hierros entre clavijas y alguna que otra grapa, con pasos muy aéreos y expuestos, que salvan una pared con un gran patio en el circo final de Cotatuero, en Ordesa.

20 años después se construiría el Caminito del Rey, en Málaga, que pese a estar alejado de lo que hoy en día conocemos como una vía ferrata, si que fue otra de las primeras construcciones artificiales instaladas para facilitar el acceso a las montañas, construido entre 1.901 y 1.905 bajo el reinado de Alfonso XIII.

Sin embargo y pese a existir recorridos similares en la Sierra del Cid, en la Sierra de Guara o en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, las vías ferratas como las conocemos en la actualidad no comenzaron a proliferar hasta la década de los noventa, cuando pioneros como Antonio García Picazo instalaron las primeras destinadas exclusívamente para fines recreativos. Y una de las primeras fue construida en Montserrat, la vía ferrata Teresina, hoy trístemente clausurada.
Esta nueva forma de hacer turismo, a medio camino entre el senderismo de montaña y la escalada se ha popularizado de tal manera, que ya se cuentan por cientas las vías ferratas instaladas en nuestro país, de todos los estilos y para todos los públicos, pudiendo disfrutar en la actualidad desde desde senderos que se acercan más a lo que sería una gymkana, con numerosas tirolinas o puentes nepalíes que atraviesan desfiladeros pasando por recorridos de máxima dificultad solo aptos para los más expertos, con pasos realmente atléticos y muy deportivos.
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